Mucor mucedo sobre excremento |
La mayoría de los estudios de
comunidades microbianas en distintos ambientes, se basan en el estudio
molecular y la identificación de secuencias 16S DNAr, 18S DNAr u otros marcadores. Lo que luego nos arroja una lista de especies, en la mayoría de los casos sin
aportar datos ni explicaciones que cuenten la razón de que distintas
especies colonicen un mismo ambiente. Esto puede llegar a ser muy
frustrante para los eco-microbiólogos especializados en la
conservación de la herencia cultural, ya que necesitan saber las
razones tras la llegada, y colonización de ciertos lugares, con el
objetivo de luchar y prevenir la degradación de las obras de arte en
peligro.
Ya hemos hablado de hongos que manchan las pinturas rupestres o paleolíticas y también de bacterias que decoloran frescos y fachadas. En este caso vamos a hablar, y resumir un poco el post anterior con nuevos datos centrándonos ya con menos misterio en hongos, murales y ambientes subterráneos
Coprinus creciendo en madera podrida |
Los ambientes
subterráneos incluyen cuevas, catacumbas, tumbas, capillas, etc. Muchas de ellas contienen
representaciones artísticas en la roca con un gran valor histórico.
Como decíamos en la anterior entrada algunas cuevas
contienen pinturas paleolíticas que representan las primeras
manifestaciones artísticas. Las cuevas son normalmente biotopos
pobres en nutrientes, relativamente estables, poseen elevadas
concentraciones minerales y temperaturas bajas. Son por ello considerados ambientes extremos por su carácter oligotrófico. Y por
ello deberían estar únicamente colonizados por organismos extremófilos
adaptados al lugar. Sin embargo la entrada de nutrientes externos
cambia esta situación. Por ejemplo: filtraciones de agua, restos de
inundaciones en bosques, animales y sus heces; y por supuesto
estructuras construidas para facilitar el turismo en estos lugares. Todas estas cosas pueden generar problemas como los ocurridos en Lascaux.
Hongos sobre un cadáver de rana |
Ya sabemos que los artrópodos
son también muy comunes en estos lugares, y que con ellos llegan los
hongos. Por ello es interesante clasificarlos según el tiempo
que pasan en ellas. Tenemos a los “trogloxenes” que viven
temporalmente en las cuevas. Los “troglóflilos” que pueden pasar toda
su vida tanto dentro como fuera de las cuevas. Por último tenemos a
los artrópodos troglobitas adaptados a la vida en la cueva de forma
total. Los artrópodos se alimentan gracias a las aguas filtradas, en las cuales los minerales diluidos permiten el crecimiento de microorganismos de todo tipo.
Hongos en
ambientes subterráneos.
Micelio creciendo en una estalactita |
Se considera que
en las cuevas naturales los hongos son las formas de vida más
comunes. Se decriben una enorme cantidad de hongos en los cuerpos de
los artrópodos muertos y en otros tipos de restos orgánicos.
También se ha descrito un hongo asociado con la formación de estalactitas
activas, se trata de Verticillium lamellicola. Este hongo se
pudo aislar de moscas, arañas, hormigas y polillas.
Muchos de estos
hongos entomófilos son capaces de crecer en medios de agar mínimo
con tan sólo 5 mg/l de carbono orgánico disuelto, parecido al de
las gotas de agua filtradas por las estalactitas. Esto muestra que
estos hongos no sólo son capaces de crecer en los cuerpos de los
artrópodos. Las esporas de estos hongos pueden colonizar cualquier
superficie de roca húmeda que contenga trazas de carbono.
Cianobacterias creciendo sobre estalactita expuesta a luz artificial |
No sólo las
cuevas naturales tienen este tipo de habitantes, por ejemplo catacumbas en Roma tienen presencia de rocas volcánicas y aguas
filtradas, lo que las convierte en un lugar simular a una cueva natural. ¿Dónde está el problema entonces? Principalmente en las corrientes de aire e ilumunación artificial que generan un
ecosistema ideal para la presencia de organismos fotosintéticos,
como por ejemplo cianobacterias y otras bacterias. También
encontramos una gran variedad de hongos, tanto en el aire como en los
biofilms, todos ellos tienen capacidades entomopatógenas que les permiten incrementar aún más su expansión y con ello degradar el patrimonio.
Hongos en los murales.
Los frescos tienen enemigos naturales conocidos como la humedad, la temperatura, salinidad... Pero además también pueden sufrir el azote de los microorganismos.
Un estudio de 1973 encontró presencia de E. album dispersado por insectos presentes en la mayoría de los frescos deteriorados.
En el monasterio de la Rábida, Huelva, se analizaron varios frescos en mal estado de los que se aisló abundante cantidad de hongos (principalmente Cladoporium sphaerospermum, E album y Aspergillus versicolor) La principal fuente de llegada de estos hongos eran artrópodos. Moscas, arañas y ácaros. De hecho, en otros frescos, como por ejemplo en los del monasterio de Assisi en Italia, se encontraron ácaros dentro de los frescos cubiertos de micelios de hongos. Se piensa que existe una relación directa entre los ácaros, los hongos y la degradación de frescos.
Como podéis ver el problema a la hora de conservar murales, es parecido al de conservar pinturas rupestres. Tratar las condiciones físico-químicas, como la luz y la temperatura es importante pero seguirá existiendo el problema de lo hongos. Y también sabemos que atacar a los hongos con sustancias biocidas no funciona, pues su indice de supervivencia es alto y su carácter de entomófilos siempre será un as e la manga para ellos, permitiéndoles sobrevivir en pequeños insectos el tiempo para luego volver a recolonizar la roca pintada o desnuda.
Monasterio de la Rábida. La conservación del patrimonio no sólo es algo propio de cuevas milenarias. |
Jurado, V., Sanchez-Moral, S., & Saiz-Jimenez, C. (2008). Entomogenous fungi and the conservation of the cultural heritage: A review International Biodeterioration & Biodegradation, 62 (4), 325-330 DOI: 10.1016/j.ibiod.2008.05.002
Muy interesante, la verdad es que para ser microorganismos, pueden destruir totalmente nuestro patrimonio
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